ECOS DE LA GUERRA Y LA PAZ EN EL BICENTENARIO
Por Néstor González
200 años atrás Carabobo selló la victoria contra el colonialismo español, en esta contienda y la trama que la antecedió resuena vibrante la sentencia de Frantz Fanon cuando afirma:
«Liberación nacional, renacimiento nacional, restitución de la nación al pueblo, Commonwealth, cualesquiera que sean las rúbricas utilizadas o las nuevas fórmulas introducidas, la descolonización es siempre un fenómeno violento”.
(Fanon, 1963)
Lo cruento del desenlace en la contienda estratégica por la soberanía y autodeterminación plena de Venezuela y el conjunto de la República de Colombia, está expresado en el parte de guerra de Bolívar al Soberano Congreso:
Valencia, junio 25 de 1821
Al Soberano Congreso.
Excelentísimo Señor:
Ayer se ha confirmado con una espléndida victoria el nacimiento político de la República de Colombia.
El ejército español pasaba de seis mil hombres compuesto de todo lo mejor de las expediciones pacificadoras. Este ejército ha dejado de serlo. Cuatrocientos hombres habrán entrado hoy a Puerto Cabello. El ejército Libertador tenía igual fuerza que el enemigo, pero no más que una quinta parte de él ha decidido la batalla. Nuestra pérdida no es sino dolorosa: apenas doscientos muertos y heridos.
(Bolívar, 1821)
La ruptura del yugo colonial supuso un problema militar, “…el colonialismo no es una máquina de pensar, no es un cuerpo dotado de razón. Es la violencia en estado de naturaleza y no puede inclinarse sino ante una violencia mayor.”
(Fanon, 1963)
Previo al desenlace de Carabobo, la mente estratégica de Bolívar tenía tres hilos centrales por desatar:
- La destrucción del Ejército de Morillo alineado mayormente en el litoral venezolano y en sus principales ciudades.
- La consolidación de la victoria expresada en la toma de Bogotá y la soberanía plena de la República de Colombia.
- Desplegar la ofensiva militar en el sur en la perspectiva de liberar Ecuador y Perú.
Sin embargo tal prospectiva chocaba contra una realidad difícil. Al comenzar el año 1820, la situación de los patriotas era compleja, en la retaguardia de la Nueva Granada no existía un número suficiente de fuerzas capaces de enfrentar una contraofensiva española, en territorio venezolano los Ejércitos del Norte, Oriente y Los Llanos se hallaban con dificultades internas de logística y separados no representaban ninguna amenaza para las fuerzas españolas. Era fundamental concentrar estas tropas si se pretendía alguna ofensiva de fondo contra Morillo, los temores de Bolívar se expresan claramente en su carta a Soublette desde Pamplona el 17 de febrero de 1820 :
Temo que Morillo emprenda alguna operación contra nosotros, luego que sepa que en la Nueva Granada no hay más que mil quinientos veteranos que la defiendan; pudiendo ser atacados por las tropas de Cartagena, Maracaibo y Venezuela. Morillo sabe perfectamente las fuerzas que tenemos, según los oficios que se le han interceptado a La Torre para Silva.
(Soublette, 1822)
Es aquí donde los propósitos militares de victoria tuvieron una combinación compleja de factores políticos para su solución eficaz, la esfera de la política-diplomacia crean una ventana de oportunidad alrededor de una posible paz, expresada en el armisticio de noviembre de 1820. Si bien el Armisticio se convierte en una maniobra táctica de Bolívar, así como de la Corona española, el Libertador no descarta que la esfera de la política, en este caso la negociación, lleve al mismo objetivo trazado desde la solución militar, Bolívar contempla en su plan estratégico tanto la victoria como la paz para alcanzar el objetivo final de nuestra liberación de España, así lo anuncia en octubre de 2020 tras tomar Mérida y Trujillo, al respecto afirma:
«Colombianos- El Ejército Libertador ha marchado por entre las bendiciones de los pueblos, rendidos a la Libertad. Caracas verá bien pronto un grande acto de justicia, volviendo nuestros enemigos a su patria y la nuestra a sus hijos. La paz ó la victoria nos dará el resto de Colombia».
La paz o la victoria dice, abonando en dirección a la victoria y la salida militar Bolívar ha trazado su estrategia, hará uso de todos los factores que le permitan concentrar sus fuerzas en los Llanos para emprender desde ahí una avanzada hacia Carabobo donde está el grueso del ejército español, previo a esto activará una acción desde Oriente con Bermúdez para tomar Caracas, evento que al caer tras la espalda de las fuerzas españolas en Carabobo, los obligará a comprometer un grueso contingente para salir al choque contra Bermúdez y recuperar Caracas. Pero antes, para lograrlo, el armisticio aparece como la maniobra perfecta y por qué no, como una salida no cruenta del conflicto estratégico.
Los cálculos de Bolívar son favorecidos por la apreciación táctica de Pablo Morillo, la cual estaba mediada por el impacto sicológico que le dejó la pérdida de Cundinamarca y la destrucción de sus fuerzas en Boyacá, veamos como Morillo habla de Bolívar, en carta al Rey:
“Bolívar, alma indomable a la que bastaba un triunfo, el más pequeño, para adueñarse de quinientas leguas de territorio. Bolívar es el jefe de más recursos y no hallo cómo ponderar su actividad . . . Mucha fuerza se necesita para vencer a estos rebeldes, que no desmayan con ninguna derrota y que están resueltos a morir antes que a someterse.»
«En esta situación que va a dejar el destino de estas provincias a la merced de una batalla, cuyo éxito es bastante dudoso, atendiendo a la desigualdad con que debe librarse el combate por nuestra parte, sólo espero que el accidente feliz que ha retardado el tiempo de abrirse la campaña, me proporcione la llegada de los auxilios que espero de la Península, que son los únicos que pueden salvar estas posesiones de la terrible crisis en que se hallan»
Morillo obra desde una postura defensiva, busca evitar combate alguno, favoreciendo así la posición patriota. Su expectativa está puesta en más de 20.000 tropas que deben partir desde España hacia América, pero la la esperanza de Morillo de obtener refuerzos y pasar a la ofensiva queda bloqueada por la revolución liberal en España, la cual se expresa en una extendida insubordinación militar y un profundo sentimiento antimonárquico en la propia España, llevando a Fernándo VII a jurar la Constitución y limitar el poder monárquico.
En este nuevo contexto político Morillo es instruido de buscar un armisticio y una solución negociada con las fuerzas patriotas. Bolívar por su parte en carta a Soublette interpreta el momento político así: «Ellos están en el caso del rico de Platón; ellos tienen todo que perder y nada que adquirir; y nosotros no teniendo nada que perder aspiramos a cuanto ellos poseen.»
Este conjunto de eventos en las fuerzas realistas y la necesidad del armisticio para las fuerzas patriotas como elemento táctico de reagrupamiento llevan a la firma del Armisticio, el cual tiene como saldo una tregua de 6 meses y un Tratado de Regularización de la Guerra sobre intercambio de prisioneros y respeto a los civiles. Sin embargo el fondo estratégico con el que llega cada actor al armisticio arroja inexorablemente el desenlace hacia el terreno militar. Para los realistas se trataba de ofrecer perdón e incorporación a la oficialidad a la Corona, para los patriotas no había otro objetivo que la independencia y soberanía absoluta.
Esta frágil paz se fractura hacia principios de 1921 y las dos fuerzas tramitarán la solución definitiva de la contradicción nación-imperio en el campo de Carabobo desde las armas.
Perú de Lacroix narrará siete años más tarde las palabras de Bolívar sobre aquel encuentro y el Armisticio:
El armisticio de seis meses que se celebró entonces y que tanto se ha criticado, no fué para mí sino un pretexto para hacer ver al mundo que ya Colombia trataba como de potencia a potencia con España; un pretexto también para el importante tratado de regulación de la guerra que se firmó tal, casi, como lo había redactado yo mismo; tratado santo, humano y político que ponía fin a aquella horrible carnicería de matar a los vencidos, de no hacer prisioneros de guerra, barbarie española que los patriotas se habían visto en el caso de adoptar en represalias, barbarie feroz que hacia retroceder la civilización, que hacía del suelo colombiano un campo de caníbales y lo empapaba con sangre inocente que hacia estremecer a toda la humanidad. Por otra parte, aquel armisticio era provechoso a la República y fatal a los españoles; su Ejército no podía aumentar sino disminuir durante dicha suspensión; el mío, por el contrario, aumentaba y tomaba mejor organización. La política del General Morillo nada podía adelantar entonces en Colombia, y la mía obraba activa y eficazmente en todos los puntos ocupados todavía por las tropas de dicho General. Hay más aún: el armisticio engañó también a Morillo, y lo hizo ir a España y dejar el mando de su Ejército al General La Torre, menos activo, menos militar que el Conde de Cartagena; esto era ya una inmensa victoria que me aseguraba la entera y pronta libertad de toda Venezuela, y me facilitaba la ejecución de mi grande e importante proyecto, el de no dejar un solo español armado en toda la América del Sur.»
(De la Croix, 1827)
Estos ecos de liberación, tejidos desde los juegos de la paz y la guerra vienen hasta nosotros 200 años después. Hoy nuestra contradicción principal como ayer es entre nación e imperio. Su solución exige el acopio de capacidades militares pero igualmente de un amplio dispositivo político y diplomático capaz de hacer viable el encuadre militar, ya sea en términos disuasivos o defensivos.
La política está inexorablemente tejida a cualquier trayectoria de guerra, en esta dirección Carl von Clausewitz, nos ofrece una mirada politizada de la guerra, ésta es vista como la continuación de la política por otros medios, no es una mirada instrumental de la guerra, es el reconocimiento de la potencia política que lleva implícita:
«La guerra es la mera continuación de la política por otros medios. Vemos, por lo tanto, que la guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de la misma por otros medios. La que queda aún de peculiar a la guerra se refiere solamente al carácter peculiar de los medios que utiliza. El arte de la guerra en general y el jefe en cada caso particular, pueden exigir que las tendencias y los planes políticos no sean incompatibles con estos medios y esta no es insignificante, pero por más que reaccione poderosamente en casos particulares sobre los designios políticos, debe considerársela siempre solo como una modificación de los mismos: el propósito político es el objetivo, mientras que la guerra es el medio, y el medio no puede ser nunca considerado separadamente del objetivo».
( Clausewitz, 1832)
Pero así como la guerra contiene y expresa la política, igualmente la política contiene la latencia de la guerra, la política se ubicaría como continuación de la guerra por otros medios. Es Michel Foucault quien plantea sin sutileza una sospecha sobre la política como lugar de idílica y pacífica disputa polémica:
«Vale decir: considerando la guerra como punto de máxima tensión de la fuerza, o bien como manifestación de las relaciones de fuerza en estado puro. La relación de poder, ¿no es tal vez -detrás de la paz, del orden, de la riqueza, de la autoridad- una relación de enfrentamiento, de lucha a muerte, de guerra? Detrás del orden calmo de las subordinaciones, detrás del Estado, detrás de los aparatos del Estado, detrás de las leyes, ¿no será posible advertir y redescubrir una especie de guerra primitiva y permanente?»
(Foucault, 2011)
Con Foucault, vemos lo político y su institucionalidad como guerra permanente, permanencia que el marxismo nos detallará como latencia de la violencia en una sociedad cruzada por intereses de clases antagónicas.
Es nuestra tarea tejer la cadencia y peso en cada momento de estas dos lógicas que se entretejen como única, la política y la guerra se expresan en el binomio pueblo-armas y es su articulación lo que nos permitirá a 200 años de Carabobo seguir invictos.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS.
BOLÍVAR, Simón.(1821),Comunicación oficial de Bolívar para el Congreso de Colombia, fechada en Valencia el 25 de Junio de 1821.
FANON, frantz (1963), Los condenados de la tierra. Fondo de Cultura Económica.
FOUCAULT, Michel. La guerra en la filigrana de la paz, en Genealogía del Racismo. Pag 41
SANTANA Arturo, (1921). La Campaña de Carabobo: Relación histórica militar. Caracas, Litografía del Comercio.