Ayacucho: la lucha continúa.

Por Oscar Rotundo.

Se cumplen 200 años de la batalla de Ayacucho, gesta que terminó con las aspiraciones monárquicas del reino de España en nuestra tierra. La primera etapa en el camino hacia la independencia se había logrado luego de 300 años de dominación y saqueo, pero también de resistencia.

La Batalla de Ayacucho se realizó el 9 de diciembre de 1824, y en la misma, las fuerzas independentistas lideradas por Antonio José de Sucre se enfrentaban a las comandadas por el virrey José de la Serna. La victoria en Ayacucho consolidó las independencias de las repúblicas hispanoamericanas, abriendo otros escenarios en el camino hacia la independencia y la autodeterminación de los pueblos.

A Ayacucho se llega de la mano de varios acuerdos políticos entre los líderes independentistas regionales; se luchaba contra lo que no se quería, pero quedaba por resolver cual sería el destino de esos territorios eliminado el yugo español.

Caía por las armas el imperio ibérico en suelo americano, pero se abrían las puertas para que desde ese momento comenzara una furibunda guerra fratricida alentada por la necedad de las burguesías y oligarquías nativas y los intereses capitalistas foráneos que mediante las intrigas y el espionaje alentaron los enfrentamientos para que la batalla se librara en el terreno militar, de los mercados, la diplomacia y la política, contra múltiples enemigos que pretendían, con distintas herramientas, ejercer el sometimiento sobre los nacientes gobiernos y prolongar de esta manera la rapiña comenzada hacía 300 años.

Desde el norte, el gobierno de los Estados Unidos avanzaba con la imposición de la doctrina Monroe, por el este, el imperio de Brasil mostraba sus aspiraciones expansionistas persiguiendo el sueño de ser «un gran y vasto imperio», como lo precisara en 1819 José Bonifacio de Andrada e Silva, ex ministro de Asuntos Exteriores de Brasil, con mucha razón,  pues se trató en aquel momento de un Imperio claramente intervencionista, que siempre se esforzó por impedir la unión de las ex provincias del virreinato del Río de la Plata en torno a Buenos Aires,( guerra argentino-brasileña 1825 y 1828) [1]

El ex virreinato del Río de la Plata que entre 1815 y 1880 protagonizó una guerra federal, interrumpida por breves intervalos, en su totalidad generó más de 60 mil muertos en lo que a partir de la Constitución de 1853 sería la República Argentina, muestra una tendencia que se desarrollaría a lo largo del siglo XIX a medida que el proceso de independencia se concretaba, profundizándose después de Ayacucho en 1824 por la intervención insidiosa de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia fundamentalmente.

Europa estaba sumida en una serie de conflictos y cambios políticoeconómicos al momento de librarse la Batalla de Ayacucho. España, por ejemplo, se encontraba en una crisis política pues el Trienio Liberal, que comenzó en 1820, produjo una reforma constitucional a la carta magna de 1812, estableciendo un gobierno liberal, aunque este período de liberalismo duró poco y en 1823, un ejército francés denominado los Cien Mil Hijos de San Luis, invadió España apoyar al rey Fernando VII y restaurar el absolutismo.

Por otra parte, el Congreso de Viena de 1815, que había reorganizado el mapa político de Europa después de las Guerras Napoleónicas, estaba siendo cuestionado por diferentes movimientos nacionalistas y liberales en varios países.

Los países europeos estaban inmersos en la gran Revolución Industrial, explotando la minería, la industria textil, el ferrocarril y la siderurgia. El capitalismo comercial y financiero se transformó en una herramienta al servicio de las grandes empresas y los grandes bancos que gracias al crecimiento económico y a la aparición de nuevas técnicas y sectores productivos, salieron a la caza de nuevos mercados en una brutal competencia que no reparaba en métodos y fines.

Atrás quedaban los sueños de Bolívar, Sucre, San Martín, y la Patria grande se desangraba y pasaba de la gloria antimperialista a la tragedia fratricida.

Guerra de la Gran Colombia contra el Reino del Perú (1828-1829). No bien consolidadas sus respectivas independencias, el gobierno liberal de Perú, opositor acérrimo de las ideas del libertador impulsó un proceso destituyente en Bolivia encabezando una rebelión contra las fuerzas colombianas y contra Sucre.  Ante esto, Simón Bolívar, declaró la guerra al Perú, repudiando el injerencismo del gobierno peruano en Bolivia y reclamando el pago de 7.595.747 pesos, como deuda por la guerra de la emancipación, y la entrega de los territorios peruanos de Tumbes, Jaén y Maynas a la Gran Colombia.

En el imperio de Brasil se produce la Guerra de los Farrapos (1835-1845), un conflicto que se desarrolla en el Estado de Río Grande del Sur, límite con Uruguay, producto de las contradicciones entre las políticas centralistas y las nacientes burguesías regionales perjudicadas por las importaciones de carne salada y cuero desde Uruguay y Argentina.

Hay una característica trasversal en todas estas guerras civiles, la tenencia de la tierra y la lucha contra las importaciones que no dejaban prosperar las nacientes economías regionales, Así se suscitaron las diferentes guerras civiles: peruana (1841-1845), guerra civil colombiana (1851), guerra civil ecuatoriana (1859-1860), y la guerra Federal en el territorio venezolano entre (1859 y 1863)

También se producirían las grandes guerras por el control territorial azuzadas por los intereses multinacionales para la tenencia  y explotación de los recursos naturales, por ejemplo la infame  Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) entre Paraguay y la alianza formada por Argentina, Brasil y Uruguay, en la cual Paraguay, según distintas fuentes, perdió entre el 50 % y el 85 % de su población y prácticamente el 90 % de su población masculina adulta, lo que conllevó a un desastre demográfico en el país, con casi medio millón de muertos, considerándose a la misma, la guerra más mortífera en la historia de Sudamérica.

También cabe recordar la Guerra del Pacífico (1879-1884) en la cual Bolivia perdió parte de su territorio que le permitía una salida al Océano Pacífico y Perú perdió la soberanía sobre las provincias de Tarapacá y Arica. Las potencias con mayores intereses en la región eran Gran Bretaña y Francia, siendo la nación sajona la más influyente en el triunfo de Chile.

Entrando en el siglo XX las confrontaciones tendrían características políticas sociales, la interacción con Europa no solo habían generado el asentamiento de grandes empresas en nuestra región y el crecimiento del comercio y desarrollo de las fuerzas productivas, también había generado el desarrollo de una sindicalizada y pujante clase obrera y la organización de campesinos e indígenas que a lo largo del continente mantenían la visibilización de las históricas luchas del siglo XIX por la independencia.

La Batalla de Ayacucho materializó en su concreción el sentido político que fraguó la unidad en la acción y sentó las bases para futuras iniciativas de integración y cooperación entre los países americanos como el ALBA-TCP, UNASUR y CELAC constituyéndose estos últimos como el signo más avanzado para la solidaridad y el espíritu de unidad forjados durante las luchas por la independencia, inspirando movimientos y organizaciones para que desde las bases se concreten las aspiraciones de justicia y soberanía con forma a la autodeterminación de los pueblos.

En resumen, la Batalla de Ayacucho fue un hito crucial en la historia de América, simbolizando la lucha por la libertad, la unidad y la independencia de los pueblos americanos contra el colonialismo y el imperialismo. Ya en el siglo XXI, 200 años después de esa gesta histórica seguimos comprometidos en forjar la unidad y dar batalla contra los renovados planes de sometimiento que se gestan desde las retrogradas potencias imperiales. Ayacucho no fue el final de la historia independentista, fue el comienzo para la batalla final. La lucha continua.


Referencias:

[1] En 1821 la Provincia Oriental, tras ser derrotado José Gervasio Artigas el año anterior en la Batalla de Tacuarembó, fue anexada al Brasil con el nombre de Provincia Cisplatina. Cinco años después, en 1825, y con el apoyo del gobierno argentino, un grupo de orientales y de otras provincias, llamado los Treinta y Tres Orientales y liderado por Juan Antonio Lavalleja, ingresó en la Provincia Oriental para desalojar a los ocupantes brasileños. Con la posterior ayuda de Fructuoso Rivera, en pocos meses logró retirar al ejército brasileño y el 25 de agosto, en el Congreso de Florida, declaró la independencia de la Provincia Oriental del Brasil y su unificación con las demás provincias que conformaban las Provincias Unidas del Río de la Plata o Argentina, ante esto Brasil le declara la guerra a Argentina.

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