El repliegue de EEUU ante la emergencia de un Mundo Multipolar

Por Nestor Rivero

Estados Unidos ha sido la superpotencia hegemónica del mundo, de forma indisputada, desde la finalización de la II Guerra Mundial y pudiera decirse hasta los años 2014-2015, cuando se inició un proceso de deterioro de dicha condición estelar. Un conjunto de circunstancias sobrevenidas durante la última década, con antecedentes en los años `70 del siglo XX, apuntan a la configuración de  un repliegue forzoso en el rol de su señorío global predominante. Dicho reacomodo requiere ser examinado del modo más lúcido posible por las fuerzas soberanistas, decolonizadoras y reequilibradoras del orden internacional al interior de los pueblos del mundo -incluso factores emergentes dentro de la opinión pública estadounidense-, con el magno propósito de contribuir para que cualquier mutación de las hegemonías se produzca en los términos menos traumáticos posibles, dado el terrible poder para provocar daño y sufrimiento, a que pudiere ocurrir un super-gigante en desconcierto ante su desplome, y quien eventualmente pudiere negarse a reconocer la verdad de su declive.

PASE DEL TESTIGO

Y entre dichas circunstancias pueden resaltarse las siguientes: uno, el retiro en 1971 del dólar, por decisión del entonces Presidente Richard Nixon, de los acuerdos de Bretton Woods, que obligan a los Estados parte, a emitir su papel moneda con sustento en los lingotes de oro depositados en el Banco Central, y que en EEUU se conoce como la Reserva Federal, aplicándose de este modo el principio monetario internacional que se conoce circulación con base en el “patrón-oro”; dos,  la derrota de dicha potencia en la Guerra del Viet Nam y abandono del sureste asiático en 1975”. Y, en los últimos veinte años procesos como el afianzamiento de la República Popular China como primera potencia mundial y exportadora del mundo desde 2014, la incapacidad bélica y tecnológica de EEUU para deponer al Presidente Bashar Al-Asad  e imponerse militarmente en la Guerra de Siria, sea de modo directo o por medio de grupos terroristas como Al Qaida, Estado Islámico-ISIS, financiados por el Pentágono y agencias de inteligencia de la gran potencia norteamericana que hoy se ve impactada por una compleja dinámica de repliegue estratégico global. Circunstancia inédita para quien se había acostumbrado siempre “a ganar” y de pronto comienza a ver el deterioro de su preponderancia y derrotas inesperadas. De este fenómeno reiterado, las páginas de la historia universal ofrecen el ejemplo del Imperio Español nacido en 1492 y su largo ciclo de decaída hasta su desaparición en 1898. Y a partir del siglo XVII  el mundo veía emerger, afirmarse y permanecer a Inglaterra como primera potencia mundial pasando por los siglos XVIII y XIX, hasta bien entrado el siglo XX, cuando EEUU “recibe el testigo”.

La supremacía mundial de la Corona Ibérica asentada en Madrid, y que comenzó en los días de los Reyes Católicos con las gigantescas posesiones coloniales de América -que se expanderían hasta las Filipinas con Carlos V y Felipe II-. comenzó a ser horadada mediante la escalada por el control de las rutas marítimas globales que se trazó la Armada de Isabel I de Inglaterra. Su primer gran triunfo lo constituyó la destrucción en 1588 de la Armada Invencible de Felipe II; prosiguió con la Guerra de Sucesión y Tratado de Utrecht de 1713, el cual despojó a España del Estrecho de Gibraltar a favor de Inglaterra; y, finalmente, la escalada británica hacia el control de los mares quedó confirmada con la batalla del cabo de Trafalgar de 1805, jornada que redujo a España y Francia a potencias marítimas de segundo orden. Y en todo caso, se debe tener en cuenta que las circunstancias que colocan a un país que otrora se desenvolvía como superpotencia, al margen de los grandes reflectores de las corrientes históricas económicas y políticas que modelan una civilización, no tienen un solo origen: el poderío naval inglés iniciado en el siglo XVII se configuró al tiempo que las élites de poder en la Gran Bretaña, al tanto que patrocinaban la rapiña pirática del Caribe, acogió y alentó la revolución científica, con su temprana adopción de la astronomía copernicana, la mecánica newtoniana y los cambios en procedimientos energéticos, fabriles y empresariales, los que  finalmente, con la máquina de vapor de 1785, dieron curso a la Revolución Industrial. Así, el pase del testigo de los Países Bajos y España como las “prima donna” en la ópera del poderío mundial, quedó consumado a favor de Inglaterra.

SIGLO XX

Cuando se inició la II Guerra Mundial en 1939 Inglaterra era reconocida como la primera potencia planetaria por su hegemonía sobre las rutas marítimas que aún sostenía, el influjo financiero de la libra esterlina como  moneda de referencia mundial con base al patrón oro y su dominio sobre vastas colonias como India y el Medio Oriente. Sin embargo, ya desde 1870 Estados Unidos -cuyas élites financieras, manufactureras y exportadoras de la costa noroeste se habían  impuesto en la Guerra de Secesión frente al Sur esclavista y algodonero-, había escalado al primer lugar como nación industrial y exportadora, colocando a Gran Bretaña en el segundo puesto. Y no obstante, la hegemonía definitiva estadounidense como primera potencia mundial indiscutible debió aguardar unas siete décadas para su reconfirmación. Así, la vigencia del patrón-oro dentro de un sistema monetario que seguía girando en torno a la libra esterlina, la primacía se conservaba en manos británicas, si bien el sustento real de dicha primacía, la capacidad de su economía real-productiva se encontraba en minusvalía ante la insurgencia, ya en las primeras décadas del siglo XX, del opulento modelo expansivo estadounidense, que se centró desde los inicios del siglo anterior, en afianzar y ampliar territorialmente su mercado interno y, en el marco de la Doctrina Monroe, asegurar una periferia continental o “patio trasero”.

De modo abierto las corporaciones, élites políticas y lobbys o grupos de presión que configuraban las líneas de la entonces emergente potencia, EEUU, reclamaron abiertamente la hegemonía mundial a partir de agosto de 1945 cuando, al hacer detonar el arma atómica contra poblaciones civiles en Hiroshima y Nagasaki, imponiendo ante la opinión pública mundial su doctrina de intimidación y disuasión termonuclear. Y, mediante su estrategia de la inversión en la formación del talento, a la vez que en la “compra de cerebros”, aunado ello a una muy agresiva práctica de desestabilización tanto de las economías emergentes en otras regiones del globo, como de los modelos alternos de inclusión social y sólida identidad cultural en otros países -que llegaba en ocasiones a la intervención militar abierta, caso Viet Nam, Santo Domingo o Panamá, o al patrocinio de Golpes de Estado, como el patrocinado en el Chile de 1973 contra Salvador Allende- pudo, EEUU, se repite, sobreponerse a dinámicas perforadoras del hasta entonces indisputado  ejercicio de su hegemonía unipolar. Dicha tendencia histórica universal pareció encontrar mayor soporte con el desplome de la URSS y el bloque socialista de Europa oriental operado entre 1989 y 1990.

NUEVOS ACTORES

Sin embargo, las fuerzas de la economía real productiva, de innovación tecnológica e industrial a nivel planetario, así como nuevas correlaciones geopolíticas y nuevas alianzas de poder en el gigantesco continente euroasiático y Medio Oriente, expresan la búsqueda de  equilibrios alternos en las relaciones mundiales. Y ello se constata en iniciativas como el Cinturón y la Ruta, o “Nueva Ruta de la Seda”, bajo patrocinio de la República Popular China, a la vez que el estrechamiento de nexos entre esta última nación y la Federación Rusa, la cual en los últimos años con la conducción del Presidente Vladimir Putin se ha posicionado como la primera potencia militar del globo.

Y este nuevo recuadro en el Lejano Oriente, que se evidencia con el surgimiento de  un nuevo tejido de relaciones entre países de la cuenca del Pacífico mediante la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) y la Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés), el cual congrega quince países de dicha franja índico-pacífica, va de la mano del decisivo reacomodo de alianzas en el Medio Oriente. En esta última franja cuyo subsuelo es rico en hidrocarburos, surge el liderazgo de Irán como nueva potencia en lo geopolítico, industrial y tecnológico, cuyos estándares de autoabastecimiento alimentario le han permitido sortear las difíciles condiciones de aislamiento y bloqueo económico impuestas por los últimos gobiernos de EEUU. Y en la América Latina del 2020, cuyo proyecto de Patria Grande ha sentido el impacto disgregador de la diplomacia de garrote aplicada por el Presidente saliente Donald Trump de EEUU, comenzó en el curso de este mismo año a definirse un panorama dentro del cual se perfila el retorno a distintos Palacios de Gobierno, de  las fuerzas sociales del progresismo y el antiimperialismo que estuvieron en la primera década de la actual centuria, al mando de la región con Néstor Kitchner de Argentina, Ignacio Lula da Silva en Brasil, Rafael Correa en Ecuador, entre otros, además de los procesos de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, entre otros.

Si se toma en conjunto cada uno de estos “fractales” de la geopolítica hemisférica, permítase el término, puede deducirse que el mundo que cierra en el diciembre del 2020 para inaugurar el 2021, es uno en el cual avanza la configuración de varios polos de integración y desarrollo, con capacidad de decisión e influencia en la dinámica de la comunidad internacional, así como en la consolidación de los actores económicos que reclaman su puesto en la mesa de comensales donde las grandes potencias han decidido hasta ahora los destinos del mundo.

LA TRAMPA DE TUCÍDIDES

En su obra Las Guerras del Peloponeso, el historiador Tucídides  caracterizó un fenómeno recurrente en el devenir de las civilizaciones y que se da cuando en el horizonte de los tiempos asoma una novel potencia, cuya impetuosa energía la impele a reclamar protagonismo y disputar la hegemonía frente a potencias consagradas. Dice Tucídides “Fue el ascenso de Atenas y el temor que eso inculcó en Esparta lo que hizo que la guerra fuera inevitable”. Y las tensiones entre Esparta y Atenas desembocaron en las contiendas del siglo V, cuyo corolario fue la desaparición de una y otra Ciudad-Estado como potencias del Mediterráneo oriental. Tal es la tendencia dentro de la cual se inscribe el desempeño que EEUU ha tenido en lo económico y comercial frente a China en los últimos años, así como en lo geopolítico frente a Rusia e Irán, naciones estas últimas que disputan la hegemonía estadounidense en sus respectiva área de gravitación regional, creándose un cuadro de diplomacia de tensiones que, respecto a la última, ha llegado la superpotencia mundial en declive, EEUU, a repetir en declaraciones de sus máximos personeros, un señalamiento que ya, en Latinoamérica,  le ha sido aplicado a la bolivariana Venezuela “Todas las opciones están sobre la mesa”. Y ello refleja precisamente un grado de temor al declive de la superpotencia que hasta hace pocos años se proclamaba como única, omnímoda y portadora de un supuesto mandato celestial, cuando constata el avance indetenible de potencias económicas terrenales que emergen, o la opción de insurgencia de reagrupamientos y polos distintos en el orden geopolítico. De este modo se inicia una “tensión letal…que crea las condiciones para que estalle una guerra”. Aunque dicha “tensión letal”, bien puede ser maniatada y sus efectos de destrucción reducidos hasta límites de lo inocuo, en la medida en que desde los liderazgos del mundo pluripolar que nace en el Extremo Oriente, Eurasia, África y América Latina, se proceda con constancia, sentido de cooperación y consistente vocación de paz.

SOLEIMANI Y SIRIA

Un hecho que retrata con nitidez el cuadro de desconcierto y descolocación en que comienzan a operar los centros de poder de EEUU, sus agencias de inteligencia y espionaje y sus aparatos militares y de diplomacia imperialista, pretendiendo violentar los cambios irreversibles de la escena mundial, es  el asesinato del General Soleimani, ordenado por el Presidente de EEUU Donald Trump. Soleimani, héroe iraní, cuya vida individual, por la brillantez de sus concepciones, capacidad de tejer alianzas, su arrojo y liderazgo entre sus soldados, equivalía a varios batallones y quizás a todo el ejército completo de cualquier país mediano, supo orquestar las condiciones para confrontar las agresiones armadas abiertas y el terrorismo de Estado que vienen ejecutando contra su patria Irán y naciones aliadas, en la guerra contra fuerzas invasoras de Occidente, así como frente a Al Qaeda, ISIS y otros organizaciones del terrorismo internacional. Bajo patrocinio estadounidense estos grupos, entrenados, financiados y armados por agencias y contratistas de la hoy declinante gran potencia han mantenido en vigilia y desestabilización a lo largo de las últimas dos décadas países como Irak, Libia o Siria. Y no obstante la campaña de descrédito orquestada por la Casa Blanca respecto a tratar al mártir iraní como un “militar terrorista”, dicha matriz no logró  sostenerse en el seno de la opinión pública mundial, gracias a los oportunos y continuos desmentidos del liderazgo de la Revolución Islámica. Se trata de un crimen de Estado, cuyos responsables, al vanagloriarse públicamente de haber ordenado esa atroz acción se han hecho proclives a juicio penal en el marco del Derecho Internacional.

Conviene indicar que en el plano precisamente del dominio militar, tecnología satelital, electromagnetismo, fabricación de drones, técnica misilística y sistemas de defensa que contemplan el espacio extraterrestre, ya no es EEUU quien lleva la primacía. La mantuvo hasta hace algunos años; empero la guerra de Siria ha operado como “parte-aguas” y que define el repliegue tecnológico en el área de defensa y seguridad militar de los contendientes. Si la acción de represalia de Irán por el asesinato del general Soleimani, mostró con la destrucción de una base militar estadounidense en Medio Oriente,  el músculo alcanzado por la tierra de Ciro el Grande de una parte, de la otra en Siria se mostraron algunas fortalezas del armamento y tecnologías de defensa rusa, en momentos en que el Presidente Putin brindada auxilio al ejército sirio del Presidente Al-Asad. Sin embargo, ni la Federación Rusa, ni la República Islámica de Irán han dado a conocer la totalidad de sus recursos y que hacen presumir a la opinión pública mundial que una y otra poseen suficientes medios para contrarrestar agresiones a su territorio y que cuentan con innovaciones tecnológicas que apuntalan su autosostenimiento y con recursos para dar cooperación a otras naciones y pueblos que en diferentes latitudes han padecido o son víctimas de la agresión armada, invasiones descaradas o encubiertas y patrocinio de violencia interna, por el simple hecho de reclamar soberanía política y nuevo equilibrio en los términos del intercambio económico internacional. Y cabe decir asimismo que el comedimiento de Rusia e Irán, cada uno en su escenario regional, parece responder a la comprensión de que  el mundo necesita de la autocontención para asegurar los indispensables stándares de desenvolvimiento y procesamiento de los diferendos, querellas y conflictos, cuyo desenlace no debe dejarse en manos exclusivas del armamento, por los riesgos que ello acarrea en un planeta cuyas grandes potencias cuentan con capacidades para la mutua destrucción y el acabamiento de la vida humana, inimaginables.

POTENCIA “FIAT”

Habiendo afirmado su presencia planetaria sobre la base de una imponente industria de la información, cultural y del entretenimiento que por décadas colonizó territorios en los distintos continentes, EEUU muestra ahora signos inocultables de debilitamiento a los que cada nuevo día será más difícil cubrir con maquillaje en la medida en que se consolidan las redes de la información, canales de televisión, cadenas de emisoras radiales, redes de internet y otros mecanismos de la difusión que desde China, Rusia, Irán, India, Venezuela y otros países –no todos necesariamente grandes potencias emergentes-, logran contrarrestar el rol de “vaquero” que protagoniza en solitario la película de una historia mundial trazada en los laboratorios de agencias de inteligencia de Washington DC y estudios de Hollywood. Cada nuevo amanecer resulta más innegable la carencia de sustento del dólar, cuyo empleo como moneda de reserva única de la economía mundial, siente el impacto de unidades monetarias nacionales que como el yuan se apuntala sobre la firme infraestructura industrial y exportadora de la República Popular China. Igualmente el rublo, que se afinca en la inmensa riqueza energética y aurífera de la patria de León Tolstoi; la rupia de India, que tiene de soporte una potentísima industria que hoy comercia con el mundo sus textiles, acero, medicamentos y equipos computacionales entre otros productos. En algún momento el reacomodo productivo real y financiero-monetario internacional impondrá por fuerza de la realidad, la redimensión de los principios que dan viabilidad y legitiman la asunción de unas monedas como unidad de reserva del mercado global y de transacciones, y la salida de la escena de otras. De modo que para sostener la primacía del dólar, las últimas administraciones estadounidenses optaron por incrementar la deuda pública de su nación, para financiar el gasto, el ingreso nacional y el equilibrio en la balanza de pago y entre los sectores primario, secundario y terciario o de banca y servicios. Esta primacia se crea en base al abuso de dominio respecto a la utilidad del dólar como moneda única mundial, debido a la imposición simbólica de dicho papel moneda, acompañada de una habilidosísima estrategia de mundialización del “American way of life” (“El Sueño Americano”), un régimen económico financiarizado en términos hasta ahora desconocidos por la historia económica de la civilización en cuanto a la desconexión entre el papel moneda circulante y el aparato productivo real, primario y sencundario.

Si economías emergentes como la de China, India, Rusia, Irán y Suráfrica entre otras, continúan su ciclo de crecimiento y profundizan la estrategia de tranzar en sus monedas nacionales u otras fórmulas alternas al dólar, es obvio que proseguirá el declive del dólar como moneda única de intercambio mundial. La preponderancia del dólar alcanzó su esplendor con la obligatoriedad de que todos los compradores de petróleo negociasen sus operaciones en dólar, modalidad conocida como “petrodólar”, y que surgió por iniciativa saudí en reunión de la Organización de Países Productores de Petróleo OPEP, de 1975, según la cual “todos los miembros de la OPEP acordaron vender su petróleo sólo en dólares estadounidenses” (https://www.oroyfinanzas.com).

Y si bien se da un debilitamiento del dólar en atención al fortalecimiento de otras monedas, este no desaparecerá de la escena, pero si enfrenta la inminencia de su inexorable reconfiguración y redimensionamiento como una más de las unidades de pago, de valor y de reserva, que tienden a operar dentro de una “cesta de monedas”, cada una con una inmensa capacidad para la mediación entre compradores y vendedores de bienes y servicios, operadores, bolsas y en el volumen de las transacciones económicas entre partes de nivel internacional o local. Y, al cuadro del paulatino deterioro del dólar como la gran referencia única del intercambio mundial, se suma un factor nada desdeñable: la desindustrialización de EEUU, circunstancia que no obstante el empeño del Presidente saliente Trump y algunos éxitos parciales al respecto, al lograr el retorno de un grupo de empresas a suelo estadounidense, no pudo ser revertida en los cuatro años.

LLAMARADA DE PUEBLOS

Y por último, debe señalarse que en el desplazamiento paulatino de EEUU como superpotencia única mundial, ha jugado papel de primer orden un sujeto histórico al que poco se presta atención en las cadenas mediáticas occidentales: los pueblos del mundo. Al liderazgo del Presidente Xi Jimping y el PCCh, de Vladimir Putin en la Federación Rusa, del Ayatolla Jamenei y la Revolución Iraní, así como los procesos soberanistas y antihegemónicos, latinoamericanos que, encabezados por los gobiernos de Cuba, Nicaragua y la Venezuela Bolivariana, y de la mano de Argentina, México y Bolivia entre otros países de la región, retoman la iniciativa del interés nacional, para reivindicar los derechos de sus pueblos y el camino para la construcción de un nuevo orden mundial, multipolar, dentro del cual se garantice el respeto a la diversidad étnica, cultural y de credos religiosos.

Así como que se privilegie el diálogo multilateral, las vías pacíficas para la resolución de los diferendos y controversias entre países, se fortalezcan las instituciones del Derecho Internacional, que se dote de mayores atribuciones a la Asamblea General de la ONU, se establezcan sedes alternas para la ONU, fuera del territorio de EEUU -sin que ello conlleve negar el uso de la sede de Nueva York (EEUU)-, e igualmente para organismos como UNESCO, OMS, UNICEF, Oficina del Alto Comisionado de DDHH. Asimismo, que se reestructure entidades como el Banco Mundial y el FMI. He allí elementos de una agenda para los tiempos que han de sustituir la hegemonía unipolar.

Finalmente cabe decir unas palabras sobre el propio reacomodo interno de la nación estadounidense. Esta última confronta un dilema que ha de encarar en los próximos años: cómo se dirimirá la contradicción entre el modelo multirracial, antisupremacista, de democracia social que iguale las condiciones para el disfrute de oportunidades de bienestar que reclaman las minorías, negros, migrantes ilegales, con residencia o naturalizados, la juventud plebeya, sub-empleados y desempĺeados, pacifistas y ecologistas y todo un amplio espectro de voces que al sumar sus reclamos dejan de ser minorías fragmentadas para eclosionar como mayoría actuante de una parte, y de la otra la élite supremacista financiera, wasp (“grupo social cerrado de estadounidenses de elevada posición social, descendientes de las migraciones anglosajonas europeas y de culto protestante, quienes históricamente ha ostentado el poder social y económico en EEUU») y quienes se auto-erigen como elegidos por la divinidad para ejercer, en tanto “nación elegida” el liderazgo de destino mundial.

El declive de EEUU debe ser examinado desde perspectivas simultáneas y concurrentes, con una visión de conjunto, a objeto de encontrar explicación que permita una aproximación de respuesta a una  inquietante pregunta que atañe al territorio nacional de todo sujeto que se la formule a la par que a toda la humanidad en su conjunto: ¿Hacia dónde marcha el mundo?

          

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