El Declive de los Estados Unidos

Donald Trump, Presidente de los Estados Desunidos de América y candidato derrotado, al menos en el voto popular, se mantiene en su posición de no reconocer el triunfo de Joe Biden, hasta que el Colegio Electoral no lo proclame.

Aún se cuentan las papeletas en los EE.UU., desde el pasado 3 de noviembre cuando se llevaron a cabo las elecciones presidenciales donde resultó ganador Joe Biden.

Un sistema electoral anacrónico convocó algo más de 230 millones de estadounidenses a votar. Es la votación más copiosa en la historia electoral de ese país. Estos primeros días de diciembre se certificarán los resultados electorales. Un poco más de 80 millones de votos respaldan los 306 colegios electorales que le dieron el triunfo a Biden, 5 millones de votos más de lo conseguido por Donald Trump.

Con la fecha al límite, continua el esfuerzo del aún inquilino de la Casa Blanca por mantenerse aferrado al poder, con argumentos tan increibles como que el “dinero comunista” proveniente de China, Cuba y Venezuela (estas dos últimas bloqueadas y sancionadas tanto por administraciones republicanas y demócratas) llegó para influir en las elecciones o el de la participación “activa” de Hugo Chávez en una conspiración de fraude. En el 2016, eran los demócratas que levantaban la bandera de la injerencia de terceros países en las elecciones que llevarían al despacho oval al magnate de los negocios y gurú del reality show Donald Trump. Esa vez el enemigo declarado era Rusia.

Hace algunos días Trump abría una puerta a la transición para que el equipo designado por el presidente electo abone el terreno para la próxima juramentación de Biden como el 46 presidente de los Estados Unidos. Esta “apertura” a regañadientes de Trump incluso lo ha llevado a enfrentarse a la “mafia de West Point” que durante toda la administración Trump estuvo al frente del Pentágono. Otra muestra de lo que pareciera ser la “aceptación” de los resultados es el acceso dado al nuevo presidente a información de inteligencia.      

Ante la situación reinante que generó este proceso electoral estadounidense, “el declive de los Estados Unidos” es proclamado por el Supremo Líder de la República Islámica de Irán, Ayatolá Alí Hoseiní Jamenei, calificándolo como una ruptura en su democracia de corte liberal y en la forma de vida estadounidense. Aunque tanto Trump como Biden durante la campaña se erigieron como protectores del sueño americano y cada quien asumió la autoría del legado de los Fundadores, ambos escurrieron del debate presidencial lo que el Líder iraní se atrevió a decir.

Las elecciones gringas dejaron más desconfianza que certezas en su población, expusieron las profundas grietas que amenazan las estructuras de la forma de vida estadounidense. Una mitad del país del norte cree que Biden es ilegitimo y que los estafó. Una empresa dedicada a la investigación y al análisis de datos, de nombre “YouGov”, estima en una encuesta que el 88% de los partidarios de Trump niegan que Biden haya sido elegido legítimamente y un 89% de ese mismo grupo dicen que el fraude afectó los resultados electorales. En este sentido Trump, con sus denuncias, cumplió su cometido en el seno de sus partidarios abonando tierra para el 2024.

Mientras tanto en los Estados Unidos se presenta un trágico record en nuevos casos Covi-19 con casi 170 mil casos registrados en un solo día, con el temor en puertas de una nueva oleada que golpeará, como ha ocurrido hasta ahora, a los sectores más pobres y a la masa trabajadora. En este contexto, la economía también deja sus víctimas, sobre todo en las pequeñas empresas y en sectores  relacionados con los servicios como la recreación, la hostelería y el transporte.

Mao Tse-tung, una vez acuñó la idea que el imperialismo norteamericano es como un tigre de papel, los golpes de viento y lluvia parecieran sacudir a la nación norteamericana. Despreciarlo en lo estratégico pero tomarlo muy en serio en lo táctico.

Joe Biden no tardó en anunciar que es necesario que los Estados Unidos recobren su liderazgo mundial, y que su política exterior colocará nuevamente a los Estados Unidos en la cabecera de la mesa. Un tigre herido, “acorralado” y hambriento puede ser un peligro serio para humanidad. Ante el Declive, los esfuerzos del nuevo inquilino por restaurar “el alma de América”, “sobre las alas del águila, embarcados en la obra de Dios” y un visión reveladora, Biden se apresta para detener la desintegración del proyecto de los Fundadores de los Estados Unidos, aunque implique declararle la guerra a los pueblos del mundo, lo que los demócratas parecen hacer mejor que los republicanos.

Los análisis en general que leemos en la gran prensa e incluso en nuestros medios no destacan el peligro de agresión que crece sobre los pueblos y naciones que luchan por otro orden internacional, con la llegada del menos vociferante Biden. Con él retornan Hillary Clinton y Barack Obama, los asesinos de Muamar El Gadafi.

Biden ya expresó sus prioridades: Fortalecer la OTAN, que “es el corazón mismo de la seguridad nacional de Estados Unidos” y aunado a eso realizará las inversiones necesarias para que EEUU  conserve la fuerza militar más poderosa del mundo. Garrote puro, convencido que el mundo solo tiene un orden imperial, cuando todo cambió y la multipolaridad es un proceso indetenible, existente y cada vez más abarcador.

La contradicción principal de esta época continúa entre la emergencia de un nuevo orden multipolar y pluricéntrico y el intento de mantener la unipolaridad imperialista.

Biden es el representante senil de un orden caduco, que niega realidades globales y que en su declive puede arrasar con la humanidad. 

Las propuestas sociales más progresistas al interior de los Estados Unidos, que lo llevaron a ganar el voto popular, no se manifiestan en el campo de su política exterior. Biden y el poder que lo sustenta, están convencidos que pueden imponerle al mundo su podrido sistema político y económico como la única versión aceptable de gobierno y organización social y estatal. Enfila sus acciones contra China en camino al socialismo y a una sociedad autosuficiente y próspera. Y contra Rusia, que sobre los cimientos de la Unión Soviética y sin negar su historia y logros ha renacido como gran potencia y entiende su papel del lado del Derecho Internacional y la autodeterminación de los pueblos, sustentando su rol en una fuerza militar poderosa y sin rival, en cuanto a su desarrollo armamentístico.

Rusia y China entienden que ese nuevo orden se consolida con poderosos bloques regionales. Y todos los días trabajan en su construcción.

Biden se estrella contra un mundo que Trump entendió mejor. El asunto es cuanto nos va a costar a los pueblos su empecinamiento estratégico.

Las elecciones de Estados Unidos, como nunca se convirtieron en un asunto mundial. Las victimas miramos al Verdugo afilando su hacha de guerra y solo profundizando las alianzas y la solidaridad, se podrá frenar ese impulso imperialista.

Todo indica que Trump está aceptando su derrota táctica, pero entiende que tiene un gran acumulado político, que va a poner en movimiento durante estos cuatro años, sin saber qué consecuencias pueda traer al interior de los cada vez más desunidos Estados Unidos.

Así digamos que Trump y Biden son caras de una misma moneda, sus matices y diferencias las sentimos los pueblos y por eso estamos expectantes del desenlace de este proceso electoral

Obama-Biden declararon a Venezuela como una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos. Trump dio continuidad a esa política imperialista y hegemónica.

Nuestro destino es luchar y luchar hasta la victoria, como nos enseñó con su vida el Comandante Chávez.

Y no confiar en imperialistas ni un tantico así, nada.

¡A votar este 6D por la Patria!

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