LA INTENCIÓN ESTRATÉGICA GEOMILITAR DE LOS ESTADOS UNIDOS EN EL ESCENARIO MUNDIAL

Por Néstor González

  1. Nota introductoria: Continentalismo oligárquico paleoconservador versus Globalismo económico y geomilitar. 

Joseph Robinette Biden Jr ha sido elegido presidente de EEUU para los próximos 4 años, Donald Trump ha sido derrotado. Este fundamental evento político ha traído de manera llamativa el alborozo común de las  izquierdas y derechas de todo el mundo. Cada actor toma su parte, las izquierdas retoman los elementos  progresistas del programa de Biden en sus políticas de estímulo económico-social, energías limpias y reversión de las oprobiosas políticas migratorias de Trump, sin duda la victoria de Biden también brinda un momento sicológico importante para el estímulo de los procesos progresistas latinoamericanos – Tal vez solo eso, un momento-; las derechas globalistas, por su parte respiran aliviadas al ver el final de la “anomalía sistémica” que representaba Trump desde su estrategia económica proteccionista y desafío a las reglas del orden económico-financiero internacional que el propio EEUU ha impulsado con dedicación en las tres últimas décadas.

En la confrontación Trump-Biden hemos caído fácilmente en valoraciones superficiales sobre sus personalidades y estilos. Pero este melodrama del bueno y el malo, del sicópata y el equilibrado mental, del demócrata y el “populista”, debe ser complejizado y superado desde la discusión del modelo de  dominación y primacía de EEUU que representa tanto Trump como Biden.

Donald Trump es la expresión de factores de poder que diversos analistas han denominado como paleoconservadores (Duguin,2020) o continentalismo conservador oligárquico (Dierckxsens y Formento,2020).  En su vuelta atrás  en las apuestas globalistas centrales de EEUU, el paleoconservadurismo afincado en su visión de nacionalismo, mercado libre y tradicionalismo moral, instaura una política económica proteccionista y de relocalización de las industrias y procesos productivos que en las décadas anteriores se dislocaron hacia China y el conjunto de Asia. Este giro llegó a suponer para Estados Unidos, pero igual para el mundo,  “una época de renacimiento de las soberanías y el regreso de las Naciones. Con el fenómeno simultaneo del caos internacional y el debilitamiento de las estructuras e instituciones supranacionales.” (Duguin,2020)

Biden por su parte representa una agenda globalista o  universalista desarrollada tanto por Clinton-Bush-Obama, la cual no es universalismo político liberal centrado en el eje político de respeto y fortalecimiento  de la arquitectura de derecho público internacional, es en esencia universalismo  económico liberal y geomilitar, los cuales comportan  un tipo de unilateralismo extremo cuyo desarrollo ha erosionado y desbalanceado el régimen de derecho internacional hacia una situación de unilateralismo y absolutismo, tanto económico como militar.

Así hubiese ganado las elecciones de EEUU, el triunfo estratégico del proyecto Trump se presentaba inviable, pues los factores del capital que soporta a los globalistas-Biden son superiores en magnitud de poder al continentalismo conservador oligárquico de Trump y su agenda proteccionista (Dierckxsens y Formento, 2020). Están conformados no solo por actores nacionales en EEUU sino en la totalidad del mundo, son los núcleos del sistema mundo ligados a la economía financiarizada (Chesnais, 2008), los cuales  no pueden volver atrás con el discurso de la producción e interés nacional sin abrir el vórtice de su destrucción,  era claro que los factores globales de poder no se suicidarían en la pasividad frente a la fantasía o remembranza de la élite oligárquica norteamericana (Paleoconservadora en palabras de Duguin) que ha tenido a Trump como expresión pública.

Una vez asuma la presidencia Biden, es seguro ver un ablandamiento diplomático hacia China, pero no su política de limitar su avance y crecimiento. La apuesta universalista de Biden reencuadrará sin embargo la estrategia de la competición estratégica (definida en 2018 en la estrategia de defensa de EEUU) que ve a China como el enemigo estratégico-militar, por el contrario buscara integrarlo a la agenda económica globalizadora mientras estimula y apoya a los sectores reformistas dentro del partido comunista chino ( Zoellick 2006).

Geomilitarmente los factores de poder detrás de Biden son mucho más agresivos, no fue solo Bush, es un proyecto compartido con la mayoría demócrata,  basta ver el prontuario de agresiones y aventuras militares que el Premio Nobel de Paz  Barak Obama desarrolló durante su gobierno. Es la búsqueda por configurar el unipolarismo de Estados Unidos como prerrequisito para la apertura de un nuevo siglo americano.

Buscando ampliar todo lo anterior, vamos a continuación a caracterizar cada una de las intenciones estratégico-militares delineadas por Estados Unidos, primero hablaremos del Proyecto Del Nuevo Siglo Americano y su ciclo de despliegue – Bush padre, Clinton, Bush hijo, Obama -,  luego de la estrategia de competición estratégica 2018 apalancada por Trump y que ubica a China como enemigo absoluto geomilitar. Finalmente en las consideraciones finales valorar cuáles serán las líneas de acento de Biden en términos geomilitares, dado que deberá producir una síntesis de las dos estrategias anteriores.

  • Biden como heredero y continuador del proyecto del nuevo siglo americano.     

Siguiendo la trayectoria que él mismo como vicepresidente de Obama estimuló, Biden es el heredero y obligado continuador del proyecto del Nuevo Siglo Americano. Hablemos detalladamente de esto.

Recordemos como la implosión de la Unión Soviética ha sido caracterizada como la mayor hecatombe geopolítica en la historia de la humanidad (Hosbawn, 1998). Este evento permitió a EEUU asumir como nunca una postura absolutista y de destrucción de la arquitectura del Derecho Público Internacional. Estados Unidos no solo ha buscado coaccionar la soberanía de otros Estados o invadirlos para imponer su supremacía, no pretende el simple cambio de gobierno  o la destrucción de un régimen hostil a EEUU. Su propósito ha sido más profundo, ha buscado destruir los Estados, imponer la fragmentación política, institucional y territorial, llevar la población a un estado de caos donde la fuerza militar imperial regule y produzca en medio del leviatán un orden para el saqueo de recursos naturales por parte de las trasnacionales.

Esta doctrina hecha política en la agresión al Medio Oriente, fue enunciada por Steven Mann desde 1992 en su ensayo “Teoría del caos y pensamiento estratégico”, propone explícitamente la necesidad de crear el “caos controlado” (Mann, 2020). Esta postura alcanza un mayor desarrollo durante toda la década de los 90 hasta principios del siglo XXI por una corriente doctrinaria en política exterior de EEUU impulsada por diversos analistas geomilitares del Pentágono y de diversas administraciones desde Carter hasta Bush. Entre ellos está el propio Steve Mann, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, Zbigniew Brzezinski, Thomas Barnett, entre otros. 

Su preocupación central es la reconfiguración del mapa de un nuevo orden mundial donde EEUU  reclamaría y tendría para sí la supremacía mundial sin ningún poder que lo desafíe.

Tras el derrumbe de la Unión Soviética y la presencia geomilitar incontestable de EEUU en todo el mundo, vieron el momento de desplegar la iniciativa militar y dejar atrás la “Doctrina Powell”, la cual había sido formulada por el General y posterior Secretario de Estado Colin Powell, quien comandó la fuerza que combatió contra Sadam Husein y lo expulsó de Kuwait tras su invasión a Irak en 1990. En este momento de confrontación Powell logra imponer su visión, la cual plantea que no se debe lanzar un ataque antes de tener los objetivos claros y un plan para retirar la fuerza militar del campo de batalla. La presión de la otra corriente en el Pentágono pretendía que se avanzara hasta Bagdad y garantizar el derrocamiento de Sadam Husein.

A partir del año 2000, la doctrina del Pentágono varía en función de la llamada guerra al terrorismo, la doctrina Powell es cuestionada. La visión de Mann y demás analistas de inteligencia se hace hegemónica, ahora desde el enfoque del caos controlado, la fuerza militar llega a un teatro previamente colapsado y no ingresa con la pretensión de retirarse. El pretexto de la lucha contra el terrorismo alejará a EEUU de grandes guerras interestatales y lo concentra en microcontextos de confrontación. Donald Rumsfeld lo expresa de la siguiente manera:

La guerra fría duró casi 50 años. No hubo grandes batallas, requirió una presión continuada y la cooperación de varias naciones, y cuando finalizó, no lo hizo con una explosión, sino con un colapso interno. Creo que ésta es una forma apropiada de ver lo que queremos hacer en lugar de pensar en un conflicto de gran envergadura.(Gordon,2001)

El desarrollo práctico de esta postura se fue dando en el transcurso de los primeros 18 años del siglo XXI desde las “revoluciones naranja”, la intervención militar directa y la destrucción progresiva de los Estados petroleros en África y Medio Oriente, así como la agresión y acoso a Venezuela, Nicaragua, Cuba, Bolivia y demás países de la ola progresista latinoamericana.

Otros desarrollos de esta doctrina fueron condensados en el marco del “Defense Planning Guidance” en el que Paul Wolfowitz juega un papel central. La idea del documento es la creación de un nuevo orden mundial en el que la supremacía de EEUU no consulte a la OTAN ni a la ONU (Lambarique, 2001).

Vendría luego, con la participación del propio Wolfowitz la formulación del Proyecto para un Nuevo Siglo Estadounidense, éste fue diseñado en 1997 por un grupo de estrategas neoconservadores ubicados en Washington con el fin de ‘concentrar los esfuerzos para el liderazgo global estadounidense’. La agenda del ‘Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense’ va mucho más allá del cambio de régimen en Iraq. Su declaración de principios comienza con la afirmación que ‘la política exterior y de defensa estadounidense va a la deriva’ y reclama ‘una política ‘reaganiana’ de fortalecimiento militar y claridad moral.» (Nodo 50, 2003)

Los ataques del 11 de septiembre en Estados Unidos crearon las condiciones para avanzar en esta agenda con la que intentaban redibujar el orden de poder internacional rebalanceándolo definitivamente al eje de la fuerza, mientras desestructuraban el sistema de Derecho Público Internacional, camisa demasiado estrecha para la nueva visión absolutista de EEUU.

El objetivo de fondo y contenido de esta política en la que se busca el posicionamiento de  EEUU como soberano absoluto del nuevo orden mundial, ha sido presentado de manera descarnada por el analista de inteligencia del Pentágono Thomas Barnett.

Barnett propone la división del mundo en dos franjas, una llamada núcleo funcional, “conformado por aquellas partes del mundo que han integrado activamente sus economías nacionales en una economía global y que se adhieren al conjunto de reglas de seguridad emergente de la globalización. El núcleo funcional en la actualidad consiste en América del Norte, Europa «vieja» y «nueva», Rusia, Japón y Corea del Sur, China (aunque el interior no tanto), India (en un sentido marcado), Australia y Nueva Zelanda, Sudáfrica y el ABC de América del Sur (Argentina, Brasil y Chile). Eso es aproximadamente 4 mil millones de una población global de más de 6 mil millones.”(Barnett, 2003) 

Barnett señala otra franja llamada brecha, no integrada, en la cual estarían las regiones del mundo que están en gran medida desconectadas de la economía global y los conjuntos de reglas que definen su estabilidad. Hoy en día, la brecha no integrada se compone del borde del Caribe, América del Sur andina, prácticamente toda África, el Cáucaso, Asia central, el Medio Oriente y la mayor parte del litoral del sudeste asiático. Estas regiones en palabras de Barnett constituyen el «agujero de ozono» de la globalización, donde la conectividad permanece débil o ausente en demasiados casos.

La cartografía que representa esta construcción geoeconómica y política puede verse en el siguiente mapa. (Mapa N° 1)

Mapa N° 1. El nuevo mapa del pentágono

Fuente: Thomas Barnett. El Nuevo Mapa del Pentágono: Guerra y Paz en el Siglo XXI.2003

Como vemos en el mapa número 1, la franja no integrada o brecha, es el banco de recursos primarios para el aprovechamiento de las potencias integradas a la globalización. Según Barnett la brecha es también la amenaza potencial para el núcleo funcional, la desconexión es el peligro al permitir que florezcan los malos actores como Estados fallidos y sus expresiones de terrorismo que amenazan al núcleo funcional.

No existe una amenaza sustancial de guerra intra-núcleo funcional, las grandes potencias, incluída China y Rusia pueden ser reguladas desde reglas y compromisos compartidos.

Según esta visión, Estados Unidos como arquitecto de este nuevo orden mundial tiene el único ejército capaz de proyectar poder y puede sentirse libre de usarlo unilateralmente cuando lo considere necesario. Tendrá la potestad de intervenir en la brecha y será quien permita o no al núcleo funcional su acceso a los recursos. Estados Unidos sería el proveedor de seguridad global, así lo dice Barnett:

Somos la única nación en la tierra capaz de exportar seguridad de manera sostenida, y tenemos un muy buen historial de hacerlo. Muéstrame una parte del mundo que esté segura en su paz y te mostraré lazos fuertes o crecientes entre los militares locales y el ejército de los EE. UU. Muéstrame las regiones donde una guerra importante es inconcebible y te mostraré bases militares permanentes de los Estados Unidos y alianzas de seguridad a largo plazo. Muéstrame las dos relaciones de inversión más fuertes en la economía global y te mostraré dos ocupaciones militares de la posguerra que rehicieron Europa y Japón después de la Segunda Guerra Mundial. (Barnett, 2003)

La visión desarrollada por Thomas Barnett, que integra los trabajos anteriores sobre el caos controlado y el Nuevo Siglo Americano, no es solo retórica, hay abundante evidencia  para corroborar que desde el año 2001 hasta el 2018, ha sido el almendrón de la intención estratégica de EEUU. Para lograrlo ha actuado a partir de la estrategia de guerra híbrida, la cual combina operaciones no convencionales (Guerra sicológica y mediática, revoluciones naranja, no violencia activa, guerra económica, mercenarios, prefabricación de acontecimientos, sabotajes, etc) y convencionales como agresiones directas con su fuerza abrumadora (Leviatán en el lenguaje de Barnett).

2. El agotamiento militar de Estados Unidos y la doctrina de la competición estratégica.

La visión paleoconservadora de EEUU liderada por Trump, ha sistematizado el intenso agotamiento de la estrategia norteamericana en las guerras del Medio Oriente. La estrategia de defensa de EEUU, formulada en el año 2018, reconoce como la  implicación en  el tipo de guerra terrestre y fangosa  a la que fue arrastrado desde 1990 y particularmente desde el 2001, llevó a Estados Unidos a perder supremacía tecnológica y militar para el desempeño en guerras de profundidad con potencias de tecnología avanzada. Mientras, Rusia y China dieron un salto estratégico en su fortalecimiento desde las estrategias de denegación de acceso y área, logrando serios avances particularmente Rusia en el campo de tecnologías de ataque,  China por su parte emprende una nueva estrategia desde su concepción de guerra de sistemas de alta gama tecnológica y desarrollo progresivo de la potencia de su armada para el control de los mares.

En la dirección anterior, diversos estudios al interior de las esferas de influencia y decisión de EEUU han señalado los límites actuales de su poder militar. Un estudio del Congreso presidido por Eric Edelman, un exfuncionario del Pentágono durante el ejecutivo de George W. Bush, y el Almirante Gary Roughead, ex jefe de operaciones navales concluyó sobre el tema:

El rol global que Estados Unidos ha jugado durante muchas generaciones se apoya sobre la base de un poder militar inigualable (…). Hoy, no obstante, nuestro margen de superioridad se ha visto minado en importantes áreas.

La seguridad y el bienestar de Estados Unidos se enfrentan a su mayor riesgo en décadas. La superioridad militar de Estados Unidos se ha erosionado hasta un nivel peligroso. (Nueva política de defensa EEUU, 2018)

En consecuencia, Estados Unidos define a China y Rusia como sus enemigos absolutos centrales, pero carece de las capacidades para enfrentarlos. Buscando adquirir esas capacidades formula la estrategia de La Competición Estratégica, la cual es expuesta en el Plan Nacional  de Defensa de Estados Unidos, el cual plantea como consideración  central la siguiente:

Hoy, estamos saliendo de un período de atrofia estratégica, conscientes de que nuestra ventaja estratégica se ha sido erosionando. Nos enfrentamos a un mayor desorden global, caracterizado por una disminución en el orden internacional basado en reglas de larga data, creando un entorno de seguridad más complejo y volátil que cualquiera que hayamos experimentado en la memoria reciente. La competencia estratégica interestatal, no el terrorismo, es ahora la principal preocupación en la seguridad nacional de EE. UU. (Estrategia de defensa EEUU, 2018)

Esta nueva política estratégica que caracteriza a China como enemigo absoluto es  tan disruptiva como el temperamento del expresidente Donald Trump. De cara a la apuesta en política internacional de la Casa Blanca, ha traído intensas contradicciones y fricciones con factores de gran poder dentro del Pentágono, la comunidad de inteligencia y el conjunto de factores de poder globalistas liberales, tanto dentro como fuera de EEUU.

Se asistió a un viraje total en la política del “Nuevo Siglo Americano” desarrollada intensamente tanto por gobiernos republicanos (Bush), como demócratas (Obama). Sin embargo para los teóricos del enfoque del Nuevo Siglo Americano China es una potencia clave del núcleo, así exprese sus pretensiones hegemónicas; creen que el juego de reglas en que se vería atrapada limitaría mucho de sus logros. En palabras de Barnett «China no es el problema, es el premio. Es por eso que ninguno de los escenarios verticales del Pentágono sobre China tiene sentido. China quiere demasiado la buena vida para sucumbir a sus peores impulsos» (Barnett, 2019).

La reacción de Barnett es la expresión de la inconformidad del Pentágono y el sector financiero globalizante de Estados Unidos, los cuales fueron sorprendidos con la variante nacionalista y proteccionista liderada por Trump. Para ellos, Trump echa  por tierra la apuesta más ambiciosa de libre comercio como era el Tratado Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), gran apuesta por crear el mayor bloque económico del mundo a partir del cual EEUU ganaría el liderazgo global. Igualmente ha desatado una guerra con China al subir los aranceles a las importaciones de este país, mientras vulnera la herramienta estratégico militar de la OTAN como eje de la contención a Rusia.

En relación a Rusia, Estados Unidos en el período Trump se retiró del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), este tratado prohibía los misiles nucleares de medio y corto alcance. Esta decisión reedita la tensión y competencia nuclear del período de la guerra fría.

El analista estratégico asesor de anteriores administraciones, Robert B. Zoellick, quien hizo parte de la propuesta de “El Nuevo Siglo Americano”, ha cuestionado también este viraje en la política de defensa y relaciones internacionales de EEUU:

La lógica de hoy de confrontación constante con China rechaza el enfoque que había esbozado. Rechaza la idea de que China puede desempeñar un papel constructivo dentro del sistema que Estados Unidos construyó. Rechaza la idea de que China pueda hacer contribuciones. Incluso rechaza la idea de que China puede, o incluso actuaría, de manera que complemente los intereses de Estados Unidos.

Tenga en cuenta: si la política de EE. UU. asume que China no puede hacer ninguna de esas cosas dentro del sistema que Estados Unidos diseñó, entonces, de hecho, Estados Unidos incitará a China a defender un sistema paralelo y separado, con reglas muy diferentes. (Zoellick, 2020)

Estos propósitos y tensiones desatadas por la política de defensa “La Competición Estratégica”, están siendo heredadas por Biden, es fácil concluir que buscará aprovechar el grado de emplazamiento que durante este período se ha logrado con China y Rusia, sin embargo jugará un papel de reestructuración hacia una política de defensa más acorde a la trayectoria y esencia del Nuevo Siglo Americano.

  • Consideraciones finales

Tanto la intención estratégica del “Nuevo Siglo Americano”, como la “Competición Estratégica”  tienen problemas para concretarse en el contexto de crisis de la hegemonía imperial de EEUU. Mientras se ha abierto una contradicción sustancial entre diversos factores de poder dentro del Pentágono, la Casa Blanca y diversos sectores económicos norteamericanos, esto es signo del declive en la supremacía mundial de EEUU. La era de la hegemonía de EEUU está terminando, así lo reconoce Zbigniew Brzezinski, quien fue asesor de Seguridad Nacional del Presidente Carter y actual miembro del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, al respecto ha afirmado:

El hecho es que nunca ha habido un poder global verdaderamente «dominante» hasta la aparición de Estados Unidos en la escena mundial. La Gran Bretaña imperial estuvo a punto de convertirse en una, pero la Primera Guerra Mundial y más tarde la Segunda Guerra Mundial no solo la llevaron a la bancarrota sino que también provocaron la aparición de potencias regionales rivales. La nueva realidad global decisiva fue la aparición en la escena mundial de Estados Unidos como simultáneamente el jugador más rico y militarmente más poderoso. Durante la última parte del siglo XX, ningún otro poder se acercó.

Esa era ahora está terminando. Si bien es probable que ningún Estado en el futuro cercano iguale la superioridad económico-financiera de Estados Unidos, los nuevos sistemas de armas podrían dotar repentinamente a algunos países de los medios para suicidarse en un abrazo conjunto ojo por ojo con los Estados Unidos, o incluso prevalecer. (Brzezinski, 2020) 

Consciente y compartiendo la anterior afirmación de Brzezinski, Biden asumirá la gestión de lo que él ve como caos global generado por la estrategia de Trump, trabajará en los siguientes campos:

  • El eje económico y su apuesta liberal, aquí intentará recuperar los pedazos del Acuerdo Transpacífico-TPP como eje clave en la disputa con China de la región Indo-Pacífico.
  • El eje de la reinstitucionalización de los marcos del régimen internacional en materias como salud, ambiente, diplomacia, entre otros.
  • El eje estratégico militar con el fortalecimiento de la OTAN. En  su agenda militar estará limitado por la creciente correlación desfavorable que enfrenta a nivel global. Este eje expresará la naturaleza e intereses del proyecto de poder que representa, aquí los aires progresistas se desdibujarán “progresivamente”, como se esfumó la ilusión frente a Obama, el cual “alcanzó un triste hito que casi ha pasado desapercibido: estuvo en guerra y en aventuras de agresión más tiempo que Bush o que cualquier otro presidente estadounidense.” (Lander, 2016)

El “dulce Biden” asume el gobierno en un contexto defensivo para Estados Unidos, tanto por el impacto de la pandemia del COVID como por los límites estratégicos militares y económicos  que le imponen las nuevas polaridades de China y Rusia. Iniciará un período discreto y moderado -¿Soterrado?- en el que  reactivará el proceso de apertura con Cuba, pero jugará desde otras formas a desestabilizar la forma de gobierno de la isla; no invadirá Venezuela, no por convicción democrática y respeto a la soberanía, sino por la inviabilidad de la empresa, pero a cambio jugará a la presión que le permita el relevo del Chavismo, en esto pueden incluirse operaciones no convencionales combinadas como negociación y magnicidio presidencial. Frente a estos dos países –Cuba y Venezuela- su preocupación es el posicionamiento de Rusia, lo cual vulnera su área próxima de seguridad.

De la estrategia de la Competición Estratégica recuperará el liderazgo perdido en la OTAN y desde esta arma de guerra y muerte volverá a su juego anti Ruso; con China trabajará por su integración económica y el confinamiento militar a su periferia del Mar de la China, limitando su despliegue y posicionamiento en toda la región Indo Pacífico.

Mientras, desde América Latina la Correlación de EEUU vuelve a ser desfavorable en términos políticos, Venezuela ha resistido, la dignidad y solidez de Cuba llega hasta el infinito, los progresismos recuperan posiciones, los movimientos sociales no abandonan las calles ni las urnas. En este contexto, Biden optará por guardar sus pistolas y sonreir mientras piensa una mejor jugada.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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