(FRAGMENTO)
En el Correo del Orinoco habrá visto Vd. que el armisticio ha terminado desde el 28 de abril en que hemos renovado las hostilidades, porque no es posible permanecer más tiempo en la inacción, mientras no se nos dé, como recompensa segura de los sacrificios que ella nos cuesta, el reconocimiento de la independencia. He tentado todos los medios imaginables por saber si los comisionados españoles estaban autorizados para ofrecerla, y al fin he visto con dolor, que la España, siempre mezquina, no los ha autorizado como era de esperar. No creo que tengamos mucho que temer de España en el estado de combustión y alarma en que se halla, así por la falta de consistencia en sus nuevas instituciones, como por la mala recepción que han hecho de sus novedades los soberanos de Europa; pero tampoco creo prudente completar la ruina de mi patria difiriendo más la decisión de la contienda. Jamás se me ha presentado una campaña bajo un aspecto tan favorable como la presente: todo conspira contra el enemigo y todo nos favorece. Sus tropas, aunque no son débiles en número, no tienen la fuerza moral que es la verdadera fuerza de un ejército, y sus pueblos, desengañados, los detestan y nos esperan con ansia, mientras que nuestros soldados se creen invencibles, y nuestros pueblos, con la esperanza de completar de una vez el suceso, manifiestan cada día más entusiasmo por la libertad. En tales circunstancias sería una temeridad despreciar la ocasión de acelerar el término de nuestros males, porque yo estoy seguro de que el medio único de que la España nos reconozca es destruirle sus esperanzas en el ejército pacificador.
BOLÍVAR